TAXONOMÍA APLICADA Por Adrián Morales Rodríguez Nos hacemos figuras de los hechos (…) La figura de los hechos es el pensamiento. Tractatus Logico-Philosophicus. Ludwig Wittgenstein. Para introducir esta exhibición entre Signos y Huellas del artista mexicano Raúl podría proponer un método subjetivista pero eficaz, el tratamiento de la forma como noción de una vida física, emotiva o inconsciente. Un trazo, un diálogo, donde mirada y lenguaje son dos espacios de una misma razón. Los signos y las huellas que rastran, pliegan, dejan, imprimen, impregnan sobre, en, desde y para nosotros. En esta línea, se puede definir tanto la obra como al artista mismo sujeto libre, dotado de razón, pero cuya razón vacila en el interior de sí misma. Es importante señalar que no es el sujeto autómata de los psicólogos, ni de los surrealistas, ni el individuo cerebral de los filósofos o los fisiólogos, tanto menos del cartesianismo racionalista de los modernos; ni el animal étnico de los teóricos de la raza, la herencia y la inmortalidad. Es, como bién pudo rescatar Lacan, un ser hablante, capaz de analizar la significación de los sueños, la percepción y su propio discurso en la búsqueda de un (sin)sentido para su vida. Este sujeto (también de obra) está tan limitado por una creatividad, entiéndase determinación fisiológica, química o biológica; como por un inconsciente concebido en términos de singularidad que le hechiza, se reproduce y se desdobla. Dicha serie es concebida de inicio como un gran mosaico (retablos pequeños donde la fuerza resulta también de la insistencia, la reproducción y la reiteración consecutiva, cierta ironía del exceso) poseedora de un misterio intemporal, algo cercano a dos temas cuya obsesión nos ocupa civilizatoriamente hablando desde hace tiempo: Primero, por un lado la huella, la ruta, el nomadismo, el trayecto, el desplazamiento; y su razón criptográfica; la hermenéutica, la sígnica y el simbolismo protocultural en la representación de ese paso, porque lo primero fue el verbo, dígase la acción, el movimiento, el pié que avanza (igualmente palabra, resonancia divina, procesos simpáticos, luego entendible como armonía de las esferas) sólo después el ser, consecuencia-enfermedad de ello, según argumenta el epistemólogo Gaston Bachelard. Segundo, toda esta magnitud; pero no sólo enfocada desde el tiempo (convenio, abstracción) sinó desde el ser mismo, transformación existencial… colofón adimensional donde convergen el antes y el después, en un ahora constante tras la cuestión: trayectividad, razón, conciencia y tecnología. Y es posible que los códigos barrados se vuelvan alusiones simbólicas no evidentes, visual o literalmente irrelacionables; vacías de contenido: el on-off del arte-facto ya no es más in-output, sinó un ejercicio trasversal que en la práctica de Joseph Kosuth sería Art as Idea, as Idea; o una taxonomía aplicada de lo simbólico… otras formas de (trans)modernidad sin distinción entre pasado y futuro; o lo que es igual; una dimensión atemporal y trascendente del lenguaje nunca excepto de la circunstancia que lo subjetiva. Podría decir que estos signos, no sólo son de los tiempos, o cuando menos son algo más que de los tiempos, y sus huellas, el resultado o la disociación del canon, del arte, la escritura y el culto jerarquizado de una meta-realidad para ellos; más ordinariamente hablando, un escape, un serpeo a la inevitable propensión mitológica de la memoria, una vez instalados en "la historia". La historia ha sido la historia de los signos o los signos de la historia, pero el recuerdo de cada instante guarda más de lo que revela, tanto más de lo que consigue significar… y alberga infinitamente más de lo que alcanzamos. Es posible que Raúl intente revelarnos cierta autonomía de la realidad más allá de las visiones o las imágenes que escojamos para (a)prenderla, conocerla, serla. Hace algún tiempo esbozaba en el concepto de Post-Human (ensayo de un próximo proyecto expositivo conjunto) una línea de investigación que ronda lo puesto, escena que acepta el vicio y/o la necesidad morfológica del pensamiento, que no de las cosas, del objeto en si; que al mirar incluye, acepta; construye sus propios bordes, incluso el clímax, la medida, el colmo, el exceso, y evoca su saturación estratégica… Raúl se inventa otra tradición donde la herramienta progresa hacia una ficción complementaria, (acaso, otra/una mitología doméstica) remembranza si se quiere de un recuerdo del futuro, un futuro remoto… o un pasado porvenir. Tesitura de obra donde con extrema lucidez confunde el ratón del ordenador, (tradicional asociación del concepto de anclaje del pensamiento instrumental), con grafismos prehispánicos. El estructuralismo cartesiano de la tecnología re-dibujado sin sentido, más que el de la línea que lo prefigura, su razón estética, su inutilidad o absurdidad manifiesta. Una reinvención de los significados. Fantástica fuente donde el creador encuentra su beta milagrosa… ¡Eureka! Por no perder esa dimensión, ni tratamiento formal, generador además de piezas que son hermosas. Algo bién difícil de conseguir en estos tiempos, (una vez ¿superados?, la propia idea de lo bello o El Arte contra la Estética, como versa el homónimo ensayo del artista catalán Antoni Tàpies). Es decir una obra que: Además del poderoso manifiesto conceptual y filosófico que deviene de la investigación o preproducción ideológica en la concreción de las analogías y los signos en la creación misma, consigue conclusiones formales, trabajos, objetos, propuestas que sobre todo son bellas; cuya admiración y esplendor resultante es excelsior. Si bien ya no desde el superado sentido y obligatoriedad premoderna, en búsqueda de una estética (manierista) que termina siendo edulcorada; si en la transustanciación combinatoria e interdisciplinar tácita que propone la propia naturaleza o en el sentido científico más actual, desde la física de partículas o cierta teoría de vanguardia al hablar de un Universo Elegante cuando expresa: los sistemas, las cosas y su verdad subyacente deben ser funcionales, sencillas, armónicas, abocadas a la menor energía posible, pero sobre todo deben ser Elegantes. Expresión de una belleza conjuntiva y un sistema empático (conocido o no). Modo de Ser en el Todo. Sus pinturas son personales en el sentido de autorreveladoras o programáticas. Son presencias… Superficies que reflejan las ideas y deseos que se proyectan sobre las mismas. En cierto sentido son pinturas conceptuales, que incitan tanto a pensar sobre ellas, como en el modo de ser miradas. A veces una revolución es sólo una cuestión de perspectiva alterada, de cambio de posición. Transformando el acto de pintar en un orden, un nomos, una ley, una especie… una ciencia de la clasificación. Una unidad sistemática del ver, nombrar las cosas… objeto, pertenencia, y su relectura, en la deconstrucción de perspectivas y apreciación. Vocación a la que Raúl apela inecuanum. No sólo poderosamente desde la forma, sinó también desde el contenido; vasos comunicantes de una sola, la misma voz. Barcelona 2006 |